Caminata al glaciar Quellcaya: una aventura de dos días en el corazón de los Andes peruanos

Quellcaya Cusco

Cuando escuché hablar por primera vez del glaciar Quellcaya, me cautivó la idea de visitar el glaciar tropical más grande de la Tierra. Pero lo que realmente me intrigó fue la aventura de caminar hasta allí. Una caminata de dos días hasta el glaciar, ubicado en lo profundo de los Andes peruanos, sonaba como la combinación perfecta de desafío y descubrimiento. Ahora, después de completar el viaje, puedo decir que fue una de las experiencias más impresionantes y aleccionadoras que he tenido.

Día 1: Hacia el desierto

Nuestro viaje comenzó en Cusco, donde nos encontramos con nuestro guía y un pequeño grupo. Después de un recorrido panorámico por los Andes, llegamos al punto de partida, rodeado de vastas llanuras y montañas escarpadas. El aire era fresco y limpio, y ya podía sentir la energía del paisaje tirando de mi sentido de aventura.

Al comenzar la caminata, la primera parte fue un ascenso suave que nos permitió acostumbrarnos a la altitud. El paisaje andino se desplegó ante nosotros: colinas onduladas salpicadas de llamas y alpacas, pequeños arroyos que corrían por el agua y la majestuosidad de las montañas que se alzaban ante nosotros.

Al mediodía, hicimos una parada para almorzar cerca de un arroyo glacial. Sentado allí, rodeado de la tranquilidad de la naturaleza, sentí una abrumadora sensación de paz. No había distracciones, solo el sonido del viento y el ocasional canto de algún pájaro.

La segunda mitad del día fue un poco más desafiante. El sendero se hizo más empinado a medida que subíamos más alto en las montañas, pero la recompensa estaba en las vistas. Cada vez que me daba la vuelta, me encontraba con vistas amplias y panorámicas del paisaje andino, bañado por la luz dorada del sol de la tarde. Era difícil no detenerse cada pocos minutos para contemplarlo todo.

Al anochecer llegamos a nuestro campamento, enclavado en un valle con una vista perfecta de los imponentes picos que nos rodeaban, un entorno de ensueño. Armamos nuestras tiendas y disfrutamos de una comida caliente mientras la temperatura comenzaba a bajar. Las estrellas emergieron lentamente, una por una, hasta que el cielo se convirtió en un manto de constelaciones brillantes. Esa noche, me quedé dormida con el sonido distante de las cascadas y el aire fresco de la montaña en mi cara.

Día 2: Llegada al Glaciar Quellcaya

El segundo día nos despertamos temprano, ansiosos por llegar a nuestro destino. El sol aún no había salido y el aire estaba frío y quieto. Después de un desayuno rápido, nos pusimos en marcha de nuevo, con nuestros frontales alumbrando el camino en la oscuridad previa al amanecer.

A medida que ganábamos altura, el terreno se volvía más accidentado y el glaciar comenzaba a revelarse a lo lejos. Era una vista surrealista: esa enorme capa de hielo encaramada en el corazón de los Andes tropicales. El tramo final hasta el glaciar fue el más exigente, con senderos rocosos y aire enrarecido que convertían cada paso en un desafío. Pero la expectativa de llegar a Quellcaya nos mantuvo en marcha.

Finalmente llegamos al borde del glaciar. Su magnitud era impresionante. El hielo se extendía sin fin y su superficie brillaba bajo el sol de la mañana. El glaciar parecía irradiar un poder silencioso, un recordatorio de las increíbles fuerzas de la naturaleza que dieron forma a esta tierra.

Pasamos un tiempo explorando el borde del glaciar, admirando las grietas y las formaciones de hielo de un azul intenso. No pude evitar sentir un profundo respeto por esta maravilla natural, sabiendo que se está reduciendo lentamente debido al cambio climático. De pie allí, sentí una sensación de conexión con algo mucho más grande que yo: un recordatorio de la fragilidad de nuestro planeta y la importancia de proteger estos lugares salvajes.

El viaje de regreso

De mala gana, emprendimos la caminata de regreso, siguiendo nuestros pasos por la montaña. El descenso fue más rápido, pero no por ello menos hermoso. La luz cambiante de la tarde pintaba el paisaje de tonos suaves y me encontré reflexionando sobre la experiencia. El glaciar Quellcaya no solo había sido un destino impresionante, sino también un poderoso recordatorio de la belleza y vulnerabilidad de la naturaleza.

Cuando llegamos al comienzo del sendero, cansados ​​pero entusiasmados, supe que este viaje me acompañaría durante mucho tiempo. La caminata al glaciar Quellcaya no se trataba solo del destino, sino de la conexión con la tierra, el desafío del sendero y la comprensión de que somos meros visitantes en estos lugares salvajes e indómitos.

Si alguna vez estás en Perú y estás dispuesto a afrontar un desafío, te recomiendo encarecidamente la caminata al glaciar Quellcaya. No es solo una caminata, es una experiencia que te permitirá apreciar más profundamente el mundo natural y las maravillas que alberga.

Consejos para futuros excursionistas:

  • Prepárese para la altitud:  la caminata se realiza a grandes altitudes, así que asegúrese de aclimatarse antes de comenzar la caminata.
  • Vístase con varias capas:  el clima puede cambiar rápidamente en los Andes. Lleve varias capas para mantenerse abrigado, especialmente temprano por la mañana y por la noche.
  • Viaje ligero, pero inteligente:  lleve elementos esenciales como protector solar, un sombrero, guantes y abundante agua.
  • No dejes rastro:  respeta el medio ambiente y lleva contigo todo lo que lleves. ¡Conservemos este increíble paisaje prístino para futuros aventureros!
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